En Ciudad Real, España, cuando dos destinos convergieron para dar inicio a una historia épica. Stefano Armadoro, nativo de la encantadora Terni, Italia, y Lucas Anguita, un aventurero ciudadrealeño, se cruzaron en el camino de la vida. Unos meses después, sus vidas tomaron rutas paralelas, con Stefano encontrando hogar en la residencia de Lucas y viceversa.

Stefano, un explorador nato, llegó a Ciudad Real con un objetivo claro: estudiar la planta del pistacho. A lo largo de los años, se sumergió en los secretos de la planta, convirtiéndose en un especialista y asesor reconocido gracias al centro de investigación agroambiental CIAG “El chaparrillo”. lugar donde adquirió conocimientos técnicos especializados en el pistacho

Mientras tanto, Lucas emprendió su viaje hacia Italia, donde perfeccionó sus habilidades como diseñador gráfico y se sumergió en el vasto océano del marketing. En Italia, Lucas también se empapó de la rica historia culinaria del pistacho, descubriendo usos y sabores que más tarde serían cruciales para el devenir del proyecto.

Lucas regresó a su ciudad natal, marcando un reencuentro que cambiaría el rumbo de sus vidas. Unidos por la pasión por el pistacho y el deseo de crear algo extraordinario, decidieron combinar su formación y experiencia para dar vida a Cremacuadrado.

No nació simplemente como una empresa, sino como la respuesta a un desafío. En un país donde el pistacho está en auge, especialmente en Castilla La Mancha, que produce alrededor del 80% del pistacho nacional, Stefano y Lucas quisieron agregar valor a este fruto. Su misión era clara: especializarse en generar valor añadido a través de nuevas formas de consumo.

Estaba en educar a la sociedad sobre los posibles usos en cocina del pistacho. Con la cultura culinaria siendo tan identitaria y arraigada, penetrar en ella es como abrir una caja de Pandora, complicado. Pero a través de la investigación, divulgación y educación, aspiran a convertirse en un elemento fundamental en la despensa de todos nosotros.

La historia de Cremacuadrado se va armando con un combo de pasión, desarrollo e investigación todo sazonado con una pizca de pura dedicación. El cuento sigue, sumando capítulos emocionantes para aportar a la tradición pistachera de aquí, de nuestra tierra.